Muchas empresas siguen empleando métodos que ya no funcionan. Lanzan productos que no conectan, crean servicios que nadie usa o intentan innovar sin hablar con las personas a las que quieren ayudar.
Y no es raro. Con tanto por hacer, a veces se olvida lo esencial: entender de verdad qué necesita la gente. No lo que imaginamos, sino lo que les preocupa o les facilita la vida.
Ahí es donde muchas soluciones fallan: no están pensadas desde el usuario.
Por eso existe el Design Thinking: una forma práctica, flexible y muy humana de innovar, entender mejor a tus clientes y crear ideas que sí tienen impacto.
Así que aquí te contamos todo lo que requieres saber.
Se trata de un enfoque centrado en las personas, que busca entender sus necesidades para crear soluciones innovadoras, útiles y viables.
No es solo diseñar productos bonitos, sino crear experiencias, procesos y servicios que realmente conecten con quienes los usan.
Este enfoque se ha vuelto muy popular en negocios de todos los tamaños porque fomenta la creatividad, mejora la toma de decisiones y reduce el riesgo al innovar.
Si estás pensando en aplicar este enfoque en tu empresa, lo primero es entender bien cómo funciona. No es magia, pero casi.
Es una metodología en cinco etapas que te ayuda a empatizar con tus clientes, redefinir problemas y encontrar soluciones que de verdad tienen impacto:
Ponerte en el lugar del cliente
Todo arranca aquí. Parece evidente, pero pocas empresas lo hacen de verdad.
Empatizar no es llenar formularios ni revisar gráficos. Es observar, escuchar sin filtros, captar emociones, frustraciones y esas necesidades que nadie dice, pero todos sienten.
¿Por qué es clave? Porque si no entiendes lo que vive tu cliente, cualquier solución será como lanzar una flecha con los ojos cerrados.
Enfocar el problema real
Después de recoger toda esa información valiosa, toca ordenar el caos. Aquí el objetivo es sintetizar lo aprendido y definir con claridad el verdadero reto que hay que resolver. A veces, el problema no está donde creías. Redefinirlo bien puede ahorrarte meses de trabajo innecesario.
desatar la creatividad (sin juicio)
Ahora sí: lluvia de ideas. Aquí todo vale. Es el momento de imaginar soluciones, pensar en grande, sacar propuestas sin miedo a que parezcan “locas”. Lo importante es generar muchas opciones, porque entre ellas puede estar esa que lo cambia todo.
Convertir ideas en algo tangible
No hace falta construir el producto final. Basta con algo simple, rápido y barato que permita visualizar la solución y probarla. Ya sea un boceto o una maqueta… lo que sea para que otros puedan ver, tocar o experimentar tu idea.
Ponerlo en manos reales y aprender
Probar tu prototipo con usuarios reales es crucial. Aquí recibes feedback, observas reacciones, ajustas lo que no funciona y validas lo que sí. Y no pasa nada si algo falla: en Design Thinking, equivocarse pronto es ganar tiempo (y dinero) después.
En ocasiones, esta etapa suele devolvernos al inicio. Es un proceso circular, donde siempre hay espacio para mejorar.
Si tienes una pyme, sabes que cada minuto cuenta, que no hay margen para desperdiciar recursos y que cada decisión puede mover la aguja… o dejarte en el mismo lugar.
Por eso, aplicar Design Thinking es un verdadero cambio de juego. No es solo para gigantes con presupuestos millonarios. Al contrario: este enfoque tiene un potencial enorme para pequeñas y medianas empresas.
¿La razón? Te lo contamos aquí:
Ahora que ya sabes qué es el Design Thinking y cómo funciona, quizá te estés preguntando: ¿y esto cómo se aplica en la vida real?
A continuación, te mostramos ejemplos reales de cómo tanto grandes empresas como pymes están usando esta metodología para resolver desafíos, conectar mejor con sus clientes y crear soluciones que realmente funcionan:
Procter & Gamble, al relanzar su marca de pañales Pampers, mandó a sus equipos a las casas de padres y madres. Allí descubrieron que el olor y la textura del pañal influían más que el precio.
¿Resultado? Cambiaron el enfoque publicitario de “mejor absorción” a “bienestar del bebé” y duplicaron ventas.
Al principio, Starbucks pensaba que su principal desafío era atraer más clientes a través de promociones o nuevos sabores de café.
Pero, al aplicar el enfoque de Design Thinking, se dieron cuenta de que el verdadero problema no era solo el producto, sino la experiencia del cliente.
Por eso, modificaron el inconveniente de esta manera: “¿Cómo podemos hacer que nuestros clientes se sientan bienvenidos y parte de una comunidad?”
El cambio de enfoque permitió que Starbucks comenzara a trabajar en crear un ambiente acogedor, entrenar a sus baristas para que interactuaran de manera amigable, y diseñar sus tiendas para que los clientes se sintieran como en casa.
BBVA quería mejorar su app móvil para que fuera más intuitiva y útil. Así que convocaron a un equipo multidisciplinario: desarrolladores, diseñadores, analistas y hasta clientes reales.
¿Qué hicieron? Una tormenta de ideas (brainstorming) con reglas muy claras:
Una idea clave surgió así: “¿Y si la app pudiera ‘predecir’ gastos futuros y avisar al usuario con tiempo?”. Esa propuesta, que nació como una idea loca, terminó siendo el germen de la función “Mis metas” y los avisos de gastos recurrentes.
¿El resultado? Mayor retención de usuarios y una de las apps de banca mejor valoradas en Europa.
IKEA detectó que muchas personas vivían en espacios pequeños y necesitaban muebles más prácticos. Para no lanzar productos a ciegas, crearon prototipos de camas, mesas y estanterías que probaron en casas reales de clientes.
Observaron cómo se usaban, ajustaron detalles y luego lanzaron su línea RÅVAROR, pensada para espacios reducidos. Gracias al prototipo, corrigieron a tiempo y ofrecieron soluciones realmente útiles.
BBVA quería rediseñar su app de banca móvil para hacerla más intuitiva y útil para sus usuarios. En lugar de asumir qué necesitaban, eligieron probar antes de lanzar.
¿Qué hicieron?
Crearon versiones preliminares (mockups interactivos) de la nueva app y las testearon con clientes reales. Les pidieron realizar acciones comunes: consultar saldo, hacer transferencias o buscar movimientos.
¿El resultado?
La nueva app fue lanzada con optimizaciones reales, basadas en las pruebas, y se convirtió en una de las mejores opciones valoradas por los usuarios.
Spotify consolida su experiencia de usuario iterando su algoritmo de recomendaciones. Inicialmente, lanzaron un algoritmo basado en los hábitos de escucha de los usuarios, pero no se quedaron ahí.
Por eso recogieron feedback continuo y ajustaron el sistema para hacerlo más preciso y personalizado.
Además, realizaron pruebas A/B para probar diferentes enfoques y ajustar las recomendaciones en tiempo real.
Gracias a este proceso de iteración constante, el algoritmo de Spotify se volvió más eficiente, aumentando la satisfacción del usuario y el tiempo de uso de la plataforma.
El Design Thinking no es solo una metodología, sino una poderosa forma de abordar los problemas con empatía, creatividad y enfoque estratégico.
Si estás considerando implementarla en tu organización o necesitas apoyo para encontrar un asesor que te ayude a llevarlo a cabo, consulta nuestra lista de proveedores homologados.
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