La transformación digital es uno de los asuntos que tratamos siempre en nuestro blog, aunque habitualmente con un enfoque centrado en las pymes españolas. Sin embargo, es bien conocido que la tecnología actual ha permitido avanzar en campos diferentes y, en el caso de la ciencia, hemos traído a nuestra portada los avances que se habían logrado por ejemplo, en el caso de investigaciones médicas.

De hecho, los proyectos que se realizaron en todo el mundo basados en unidades de diagnóstico especializadas en la que los médicos introducían miles de datos de pacientes mostraban que por alguna razón, los superordenadores eran capaces de detectar algunos positivos que a ellos se les habían escapado en diversas enfermedades. Y ese diagnóstico precoz salva vidas.

Si bien el coronavirus que provoca la covid-19 es un virus demasiado nuevo como para poner a los superordenadores a trabajar en el proceso desde el minuto cero, algunos gobiernos y empresas ya han dado los primeros pasos: hacer que estén disponibles para la comunidad científica para que ellos puedan encontrar el mejor modo de sacarles partido.

Es el caso de Estados Unidos y el gigante IBM que cederá nada menos que 16 sistemas con unas características técnicas que seguramente los informáticos que nos leen se asombraran de las mismas: más de 330 petaflops, 775.000 núcleos de CPU y 24.000 GPU. Todo esto para que los investigadores puedan comprender mejor el virus, avanzar en posibles tratamientos tempranos comprendiendo patrones de síntomas y, a medio plazo, aprovechar esa base de datos para el análisis de posibles curas.

En realidad, aunque IBM es la firma que lidera el consorcio con el que ahora ha firmado un acuerdo el Departamento de Defensa de EE.UU, no es la única que pone tecnología a disposición de la ciencia. También están: Google Cloud, Microsoft, Hewlett Packard Enterprise y Amazon Web Services. Y cabe señalar que la iniciativa no está centrada a nivel nacional, sino que se trata de herramientas puestas a disposición de equipos científicos que trabajan en el coronavirus que causa el covid-19 a nivel mundial.

Los superordenadores son capaces de ofrecer a los investigadores una herramienta con la que ejecutar un gran número de cálculos en cuestiones diversas como lo son la epidemiología, la bioinformática y el modelado molecular. Sin ellos, tardarían años en llevarse a cabo de modo manual, o meses, si hablamos de tecnologías habituales y mucho más lentas que estas super-máquinas.

Efectivamente, todo esfuerzo es poco. Y aunque son muchas las personas que aguardan una respuesta de la ciencia rápida y efectiva -y de paso se han puesto en valor profesiones a las que no se les estaba dando la importancia real que tienen-, todos los científicos son muy cautos. Sin esas máquinas, las respuestas tardarían muchos años. Con ellas, la investigación avanza, pero se trata de un organismo nuevo del que apenas se tienen certezas. Esperar que se obtengan resultados probados en semanas no es realista.

Sin embargo, son de gran ayuda a la hora de probar algunos posibles compuestos ya en el mercado que podrían funcionar en el tratamiento de la enfermedad. Precisamente, gracias a estas máquinas, algunas investigaciones han puesto de manifiesto que ciertos fármacos, usados para tratar otras enfermedades, podrían servir ante el coronavirus.

Ese tipo de investigación -que no es el único que se hace con los superordenadores- es conocida como “experimentación in silicio”, y se reproduce el virus o parte de él analizando cómo lo combaten diferentes simulaciones de compuestos químicos. Según esos resultados, se podrían convertir en medicamentos capaces de tratarlo. Aunque desde que eso se detecta, hasta que se aprueba, hay un proceso largo en el que testar de forma segura es clave.

España también forma parte de dicho consorcio, con varios equipos de investigación trabajando con esos superordenadores. Por ejemplo, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de la Universidad Autónoma de Madrid sus biotecnólogos hacen simulaciones en el superordenador IBM Power 9, para intentar validar moléculas de fármacos que ya están en el mercado y que puedan ser útiles frente al coronavirus. Sin estas máquinas, y su capacidad de análisis de datos y de cálculos, estas investigaciones no serían posibles.

En nuestro país, cobra especial relevancia la tecnología propia, porque España dispone del Marenostrum. Se trata de un superordenador al servicio de varios proyectos, incluídos por supuesto los del coronavirus que llevan a cabo diferentes grupos de investigación. El Departamento de Ciencias de la Vida del Barcelona Supercomputing Center, que es dónde se aloja la super-máquina, también trabaja en varios de ellos en asociación con otros centros.

Probablemente la gran pandemia que estamos viviendo nos cambie. Y, desde luego, uno de esos cambios debería incentivar la investigación científica, no solo cuando esta es la única vía posible, sino siempre. Y la tecnología puesta a disposición de la ciencia debería ser refrendada como una necesidad desde ya mismo.